sábado, 19 de abril de 2014

Evolución de los Enfoques en Prospectiva



Existen tres grandes etapas que responden a un momento histórico completo, aunque todos cuentan con representantes en la actualidad.



El primero es el de la prospectiva predictiva, la que responde de preferencia a los parámetros de cientificidad. Asume que es posible comprender los mecanismos que provocan la ocurrencia de ciertos hechos y evitar la de otros, abriendo así la posibilidad de conocer el futuro.  Ello es consecuencia del optimismo de los años 60 sobre la capacidad humana de conquistar el futuro, de la fe inquebrantable en el progreso y su promesa de llevarnos a un mañana mejor, entiende la prospectiva como herramienta para colonizar la última frontera, el futuro.

Con el paso de los años su determinismo original se ha suavizado con la incorporación de la teoría de sistemas, la termodinámica, la teoría del caos y otras, que han permitido tratar la complejidad de forma menos rígida. Sin embargo, priman los pronósticos  lineales y una visión continuista del futuro respecto del presente. Es el más utilizado en el mundo profesional pues busca el conocimiento tangible sobre el futuro.

Los años setenta rompieron la imagen del futuro como tierra de promisión. Si la prospectiva había fallado en predecir la crisis del petróleo y la consiguiente  depresión,  ¿Se podía confiar en ella? Ello dio pie a un periodo en que un amplio sector de la prospectiva dejó de intentar predecir lo que podría ocurrir y se concentró en pronosticar futuros alternativos. Es la prospectiva interpretativa, o cultural, y su  principal objetivo es desvelar las alternativas de futuro, para mejorar la calidad de las decisiones que tomamos en el presente e incrementar nuestra capacidad de reacción ante lo inesperado. Otro rasgo de este planteamiento es su relativismo cultural: la verdad depende del contexto en que se enuncia, la realidad está construida  socialmente; por ello es importante que los estudios de futuro sean sensibles a los múltiples entornos sociales.

Los noventa son tiempos de escepticismo y de cierta desesperanza. El posmodernismo ha hallado terreno fértil y ha creado condiciones propicias para que la de construcción sea una de las actividades intelectuales con más practicantes. Ello se materializa en la corriente  de prospectiva crítica, que surge como oposición al intento  de colonizar el futuro, de imponer determinada visión de cómo debe ser.

La idea básica es que cada persona, colectivo o nación tenga la máxima libertad para decidir cómo encauzar su futuro. Una de las formas más frecuentes de colonización temporal es proyectar el presente, sus estructuras y valores, disminuyendo así las alternativas de futuro. Como respuesta, la prospectiva crítica crea problemas en el presente ¿por qué las cosas son como son y no de otra forma? Demasiado a menudo se toma el statu quo actual de las cosas como su forma natural. La historia de muestra que lo que se ha considerado natural ha sido diferente en cada época, que la normalidad ha dependido de circunstancias coyunturales y de las estructuras sociales.   Por tanto es profundamente erróneo proyectar el presente pensando que es lo natural.

La mayor virtud de la prospectiva crítica es su capacidad de ofrecer alternativas, de evidenciar que nada ha sido igual, que hay que mirar al futuro con una perspectiva amplia y sin prejuicios.

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