
El primero es el de la prospectiva predictiva, la que responde de
preferencia a los parámetros de cientificidad. Asume que es posible comprender los
mecanismos que provocan la ocurrencia de ciertos hechos y evitar la de otros,
abriendo así la posibilidad de conocer el futuro. Ello es consecuencia del optimismo de los
años 60 sobre la capacidad humana de conquistar el futuro, de la fe
inquebrantable en el progreso y su promesa de llevarnos a un mañana mejor, entiende
la prospectiva como herramienta para colonizar la última frontera, el futuro.
Con el paso de los años su determinismo original se ha suavizado
con la incorporación de la teoría de sistemas, la termodinámica, la teoría del
caos y otras, que han permitido tratar la complejidad de forma menos rígida.
Sin embargo, priman los pronósticos lineales
y una visión continuista del futuro respecto del presente. Es el más utilizado
en el mundo profesional pues busca el conocimiento tangible sobre el futuro.
Los años setenta rompieron la imagen del futuro como tierra de
promisión. Si la prospectiva había fallado en predecir la crisis del petróleo y
la consiguiente depresión, ¿Se podía confiar en ella? Ello dio pie a un
periodo en que un amplio sector de la prospectiva dejó de intentar predecir lo
que podría ocurrir y se concentró en pronosticar futuros alternativos. Es la
prospectiva interpretativa, o cultural, y su principal objetivo es desvelar las
alternativas de futuro, para mejorar la calidad de las decisiones que tomamos
en el presente e incrementar nuestra capacidad de reacción ante lo inesperado.
Otro rasgo de este planteamiento es su relativismo cultural: la verdad depende
del contexto en que se enuncia, la realidad está construida socialmente; por ello es importante que los estudios
de futuro sean sensibles a los múltiples entornos sociales.
Los noventa son tiempos de escepticismo y de cierta desesperanza.
El posmodernismo ha hallado terreno fértil y ha creado condiciones propicias
para que la de construcción sea una de las actividades intelectuales con más
practicantes. Ello se materializa en la corriente de prospectiva crítica, que surge como
oposición al intento de colonizar el
futuro, de imponer determinada visión de cómo debe ser.
La idea básica es que cada persona, colectivo o nación tenga la
máxima libertad para decidir cómo encauzar su futuro. Una de las formas más
frecuentes de colonización temporal es proyectar el presente, sus estructuras y
valores, disminuyendo así las alternativas de futuro. Como respuesta, la prospectiva
crítica crea problemas en el presente ¿por qué las cosas son como son y no de
otra forma? Demasiado a menudo se toma el statu quo actual de las cosas como su
forma natural. La historia de muestra que lo que se ha considerado natural ha
sido diferente en cada época, que la normalidad ha dependido de circunstancias coyunturales
y de las estructuras sociales. Por
tanto es profundamente erróneo proyectar el presente pensando que es lo
natural.
La mayor virtud de la prospectiva crítica es su capacidad de
ofrecer alternativas, de evidenciar que nada ha sido igual, que hay que mirar
al futuro con una perspectiva amplia y sin prejuicios.
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